ANTONIO BONILLA
PINTOR
La
belleza en el feísmo de Antonio Bonilla
Irónico, tímido, provocador, burlón,
solitario, noctámbulo, realista y soñador. Antonio Bonilla, es el más notorio
ejemplo nacional del hombre que se resiste a envejecer, del salvaje ilustrado
que se niega en redondo a civilizarse.
Apodado el maestro del “feísmo”. Se
formó en la exigencia de la vida diaria, en el apremio de las bibliotecas y
libros sueltos, en la irrenunciable disciplina y el estudio de algunos pintores
como: Carreño, Velásquez, Goya, entre otros tantos que han ironizando su tiempo
y han profundizando en el perfil psicológico de su época.
Su temática es variada y su
inconfundible personalidad, está presente en sus obras acentuando en lo
grotesco, lo tenebroso, lo absurdo de la vida cotidiana.
Bonilla es ubicado por los críticos
del arte dentro de las corrientes del impresionismo y el surrealismo con una
figuración muy particular porque mezcla los dos géneros. Presenta una
inclinación por crear como Goya, Picasso, Kandinsky, todos con un denominador
en común la destrucción de la forma clásica. Sus cánones de belleza, poco
tradicionales, donde podemos encontrar en sus cuadros mujeres gordas, cuerpos
humanos con rostro de cerdo, figuraciones clásicas, figuraciones simbólicas que
se convierten en hilos conductores que expresan sus propias virtudes, antojos y
caprichos, que depende del estado de ánimo del autor o la interpretación del
público que tenga la oportunidad de ver sus obras. No se trata de una simple ficción,
si no de una realidad pictórica, pues de una forma u otra es su manera de
juzgar burlonamente a la sociedad. Sus obras son irónicas y recurrentes donde
predomina y se impone la violencia social, la violencia política, lo erótico y
la vida nocturna enfocada en el bajo mundo donde retrata gente secuestrada,
mujeres maltratadas y la violencia entre pandillas.
Es un artista dotado de una fuerte
imaginación, nunca trabaja con ideas preconcebidas, pues antemano reconoce la
finalidad de su trabajo. Al hacerlo sabe que las figuras tienen que reflejar y
testimoniar ese “algo” que aqueja y perturba a los auténticos creadores. Por
eso también en sus figuras grotescas está la belleza, no necesariamente
referida al objeto, sino que la representación plástica. De esta forma supera
el arte lo feo sin eludirlo y todos sus cuadros están impregnados de de un
sentido de ironía.
Para Bonilla la gente confunde la
belleza y la fealdad en el arte y esas son categorías estéticas, por lo que no
se considera como el maestro del “feísmo” en El Salvador. Sin embargo, no niega
que la fealdad, está presente en sus obras.
Su pintura se caracteriza por usar
colores fuertes, muchas veces los aplica casi como salen del tubo, ahí se puede
ver reflejado todo el colorido del trópico, a veces combina los colores fríos
con los calidos buscando una armonía y otras veces apostando a los contrastes
para señalar o evidenciar un área determinada en su obra. Recordando a Klee,
Bonilla es feliz con el color, con la divagación, la luz y la libertad de
creación.
La mayoría de sus obras se encuentran
en México y en colecciones privadas en Estados Unidos y Europa. Bonilla ha
expuesto con pintores de la talla de Joan Miro, Rufino Tamayo, Francisco Toledo
y José Luis Cuevas entre otros.
En síntesis, Antonio Bonilla ha
recorrido un largo camino, estudiando, investigando, analizando los clásicos,
aprendiendo de los mayores, observando lo contemporáneo, para plasmar su propia
realidad en todas las esferas de la vida. Es un pintor de incidencia y ruptura,
con desenfado y que propugna por una obra superior, cambiante uniendo partes
hasta llegar al conjunto. Su visión es sencillamente maravillosa, reflexiva,
abundante en contrates pero concreta, real e inmediata.
“Para acercarnos a la obra de Bonilla se
necesita desechar los términos agradable y bello. Sus figuras rompen con la
estética clásica y muestran el estilo feo y grotesco, de una sociedad
salvadoreña en crisis”. Mario Castrillo, crítico de Arte.
Es un artista dotado de una fuerte
imaginación, nunca trabaja con ideas preconcebidas, pues de antemano reconoce
la finalidad de su trabajo. Al hacerlo sabe que las figuras tienen que reflejar
y testimoniar ese “algo” que aqueja y perturba a los auténticos creadores. Por
eso también en sus figuras grotescas está la belleza, no necesariamente
referida al objeto, sino que la representación plástica. De esta forma supera
el arte lo feo sin eludirlo y todos sus cuadros están impregnados de un sentido
de ironía.
Para Bonilla la gente confunde la belleza y la fealdad en el arte y esas son categorías estéticas, por lo que no se considera como el maestro del “feísmo” en El Salvador. Sin embargo, no niega que la fealdad está presente en sus obras. Su pintura se caracteriza por usar colores fuertes, muchas veces los aplica casi como salen del tubo, ahí se puede ver reflejado todo el colorido del trópico, a veces combina los colores fríos con los cálidos buscando una armonía y otras veces apostando a los contrastes para señalar o evidenciar un área determinada en su obra. Recordando a Klee, Bonilla es feliz con el color, con la divagación, la luz y la libertad de creación.
mural bientenario, en el museo de antropologia david J Gusman
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