lunes, 23 de abril de 2012

arte salvadoreño


ANTONIO BONILLA
PINTOR

La belleza en el feísmo de Antonio Bonilla 

Irónico, tímido, provocador, burlón, solitario, noctámbulo, realista y soñador. Antonio Bonilla, es el más notorio ejemplo nacional del hombre que se resiste a envejecer, del salvaje ilustrado que se niega en redondo a civilizarse.

Apodado el maestro del “feísmo”. Se formó en la exigencia de la vida diaria, en el apremio de las bibliotecas y libros sueltos, en la irrenunciable disciplina y el estudio de algunos pintores como: Carreño, Velásquez, Goya, entre otros tantos que han ironizando su tiempo y han profundizando en el perfil psicológico de su época.

Su temática es variada y su inconfundible personalidad, está presente en sus obras acentuando en lo grotesco, lo tenebroso, lo absurdo de la vida cotidiana.

Bonilla es ubicado por los críticos del arte dentro de las corrientes del impresionismo y el surrealismo con una figuración muy particular porque mezcla los dos géneros. Presenta una inclinación por crear como Goya, Picasso, Kandinsky, todos con un denominador en común la destrucción de la forma clásica. Sus cánones de belleza, poco tradicionales, donde podemos encontrar en sus cuadros mujeres gordas, cuerpos humanos con rostro de cerdo, figuraciones clásicas, figuraciones simbólicas que se convierten en hilos conductores que expresan sus propias virtudes, antojos y caprichos, que depende del estado de ánimo del autor o la interpretación del público que tenga la oportunidad de ver sus obras. No se trata de una simple ficción, si no de una realidad pictórica, pues de una forma u otra es su manera de juzgar burlonamente a la sociedad. Sus obras son irónicas y recurrentes donde predomina y se impone la violencia social, la violencia política, lo erótico y la vida nocturna enfocada en el bajo mundo donde retrata gente secuestrada, mujeres maltratadas y la violencia entre pandillas.

Es un artista dotado de una fuerte imaginación, nunca trabaja con ideas preconcebidas, pues antemano reconoce la finalidad de su trabajo. Al hacerlo sabe que las figuras tienen que reflejar y testimoniar ese “algo” que aqueja y perturba a los auténticos creadores. Por eso también en sus figuras grotescas está la belleza, no necesariamente referida al objeto, sino que la representación plástica. De esta forma supera el arte lo feo sin eludirlo y todos sus cuadros están impregnados de de un sentido de ironía.

Para Bonilla la gente confunde la belleza y la fealdad en el arte y esas son categorías estéticas, por lo que no se considera como el maestro del “feísmo” en El Salvador. Sin embargo, no niega que la fealdad, está presente en sus obras.

Su pintura se caracteriza por usar colores fuertes, muchas veces los aplica casi como salen del tubo, ahí se puede ver reflejado todo el colorido del trópico, a veces combina los colores fríos con los calidos buscando una armonía y otras veces apostando a los contrastes para señalar o evidenciar un área determinada en su obra. Recordando a Klee, Bonilla es feliz con el color, con la divagación, la luz y la libertad de creación.

La mayoría de sus obras se encuentran en México y en colecciones privadas en Estados Unidos y Europa. Bonilla ha expuesto con pintores de la talla de Joan Miro, Rufino Tamayo, Francisco Toledo y José Luis Cuevas entre otros.

En síntesis, Antonio Bonilla ha recorrido un largo camino, estudiando, investigando, analizando los clásicos, aprendiendo de los mayores, observando lo contemporáneo, para plasmar su propia realidad en todas las esferas de la vida. Es un pintor de incidencia y ruptura, con desenfado y que propugna por una obra superior, cambiante uniendo partes hasta llegar al conjunto. Su visión es sencillamente maravillosa, reflexiva, abundante en contrates pero concreta, real e inmediata.
 “Para acercarnos a la obra de Bonilla se necesita desechar los términos agradable y bello. Sus figuras rompen con la estética clásica y muestran el estilo feo y grotesco, de una sociedad salvadoreña en crisis”. Mario Castrillo, crítico de Arte.



Es un artista dotado de una fuerte imaginación, nunca trabaja con ideas preconcebidas, pues de antemano reconoce la finalidad de su trabajo. Al hacerlo sabe que las figuras tienen que reflejar y testimoniar ese “algo” que aqueja y perturba a los auténticos creadores. Por eso también en sus figuras grotescas está la belleza, no necesariamente referida al objeto, sino que la representación plástica. De esta forma supera el arte lo feo sin eludirlo y todos sus cuadros están impregnados de un sentido de ironía.

Para Bonilla la gente confunde la belleza y la fealdad en el arte y esas son categorías estéticas, por lo que no se considera como el maestro del “feísmo” en El Salvador. Sin embargo, no niega que la fealdad está presente en sus obras. Su pintura se caracteriza por usar colores fuertes, muchas veces los aplica casi como salen del tubo, ahí se puede ver reflejado todo el colorido del trópico, a veces combina los colores fríos con los cálidos buscando una armonía y otras veces apostando a los contrastes para señalar o evidenciar un área determinada en su obra. Recordando a Klee, Bonilla es feliz con el color, con la divagación, la luz y la libertad de creación.




mural bientenario, en el museo de antropologia david  J Gusman





No hay comentarios:

Publicar un comentario